La Providencia
- Alvaro Panzitta
- 16 ene 2021
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El camino de la libertad, decíamos en la carta anterior, comienza con un sí a Dios. Un sí a Su Propuesta y un sí a Sus Promesas. Porque Dios nos tiene prometida la felicidad, la Santidad -que es la plenitud de ser nosotros en Jesús-, y por ende la Vida Eterna. Al igual que Moisés, partimos de lo que nos es conocido a lo que nos es desconocido. Partimos del Egipto que nos tenía cautivos y nos lanzamos al desierto. Como Moisés, no estamos solos, sino en comunidad. Porque, aunque tal vez no lo veamos claro al principio, Dios nos pone a otros para que caminemos juntos. ¿Y por qué partiríamos rumbo a lo desconocido? Para descubrir qué es la felicidad, para saber quiénes somos, para percatarnos que no estamos solos. Para encontrarle sentido a esta vida y confiar en que no acaba acá, sino que hay Vida Eterna.
Todos nosotros podemos hacer un paralelo entre nuestra vida y las historias narradas en la Biblia. Si nos animamos, todos podemos darnos cuenta que Dios está con nosotros, tan cierto como que estuvo con aquellos profetas del Antiguo Testamento, y tan cierto como que se hizo Hombre y estuvo con sus amigos en la Nueva Alianza. Moisés fue llamado por Dios para liberar a Su Pueblo. Pero Dios no tenía un plan sólo para él sino para cada uno de los hebreos que lo siguieron. Desde el principio, la historia de liberación no fue fácil, pero había una Promesa por delante. Y si Dios promete, Dios cumple. Sepamos que Dios no tiene un plan de salvación sólo para unos pocos, sino que pensó en cada uno de nosotros.
Dios no sólo nos promete la felicidad, sino que se hace providente para que podamos alcanzar Sus Promesas. Podemos decir como primicia, que la Providencia es la ayuda que nos presta Dios para poder realizarnos, para poder concretar ese sueño de felicidad que hay en nuestros corazones y en el Suyo. Esta ayuda de Dios a sus hijos está lejos de ser algo "mágico" o automático. Dios es un Padre Amoroso y quiere ayudarnos a crecer. Pero para poder crecer es necesario que no se nos sirva todo en bandeja, sino que se nos ayude a dar lo mejor de nosotros mismos para alcanzar las metas. La Providencia de Dios no actúa como si fuera la varita mágica de un cuento de hadas. Dios se hace providente a través de los medios que nosotros podamos poner para que Él obre. Lo podemos ejemplificar en Moisés. Dios no le hizo aparecer una alfombra voladora para huir de Egipto mágicamente. Sino que lo animó a dejar de lado sus miedos y le dio la fortaleza que necesitaba para encarar la misión. Luego, cuando estuvieron al borde del Mar Rojo, Moisés no se echó a descansar mientras Dios soplaba un viento que abriera las aguas, sino que confiando en Dios extendió su brazo, con el cayado en mano, tal cual Yahvé se lo había pedido. Hay dos falsas imágenes de la Providencia: la primera es la que la identifica con algo mágico y espera que las cosas se den sin ningún esfuerzo personal. La otra es la que descree de la existencia de la misma, y piensa que todo se puede lograr por la propia naturaleza, sin necesitar de la ayuda de Dios. Siguiendo la ruta que iniciamos dos cartas atrás: Dios se hace providente para que podamos salir de nuestro Egipto, para ser plenamente felices. A Moisés lo animó a confiar en sí mismo y sacar de Egipto a Su Pueblo. Abrió para él el Mar Rojo, y cuando escaseaba la comida le hizo llover lo necesario para que entre todos prepararan el Maná. No se los dio servido, sino que les dio los ingredientes para hacerlo. Cuando no hubo agua, le dijo a Moisés que golpeara la roca, y el agua brotó (tampoco se la rompió Él, sino que le mostró dónde encontrarla). A nosotros también nos da lo necesario para que podamos ser libres y alcanzar la felicidad. Luego está la libertad de los hombres. La libertad para obrar bien o para obrar mal. No todos nos damos cuenta que Dios se vale de nosotros para hacerse providente en los demás. Y en esa falta de conciencia o peor aún en una conciencia que elige mal, podemos poner obstáculos al camino del hermano o a nuestro propio camino.
Por ejemplo: si un hermano está buscando trabajo y nosotros podemos ofrecerle un lugar o le podemos acercar su currículum a un conocido; pero preferimos no hacerlo, tal vez por miedo a que nos haga quedar mal, tal vez porque nos sentimos algo superiores en nuestro quehacer; tal vez por miedo a la competencia. En fin, Dios se hace providente para que ayudemos a los demás, y en nuestra negativa podemos poner obstáculos al obrar de Dios.
También puede pasar que uno se obstaculice a sí mismo. Como el que anhela una novia a imagen de María, pero sigue mirando mujeres que viven grandes desórdenes afectivos. O al revés, la mujer que anhela un "San José", pero sigue dejándose seducir por los "Judas".
Dios quiere hacerse providente para que podamos ser la mejor versión de nosotros mismos, es decir, ser Santos. Hoy podemos pedirle ayuda a Papá Dios para tener cada día más conciencia de qué es Su Providencia, y a dejarlo obrar en nosotros. Podemos preguntarnos si reconocemos a Dios haciéndose providente en cada uno de nosotros, ya sea en el pasado o ahora. Podemos pensar qué cosas de las que hacemos obstaculizan el obrar de Dios en nuestra vida. Y qué cosas podríamos hacer para que Dios obre y nos ayude a alcanzar Sus Promesas. Agradezcamos a Papá Dios por todas las veces que se hizo providente aun cuando no lo notamos. Agradezcámosle porque siempre está con nosotros.
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