El camino
- Alvaro Panzitta
- 3 abr 2023
- 2 Min. de lectura

En la carta anterior decíamos que Dios nos tiene una “Tierra Prometida”. Es decir, para cada situación profunda de nuestra vida hay una promesa de plenitud. Para vos, para mí y para cada uno de nosotros.
Al caminar hacia esas Promesas de Dios, muchas veces nos vemos tentados a recorrer senderos más cortos o caminos que no son los convenientes, los indicados.
Podemos ejemplificarlo sencillamente: si uno tiene que ir de una punta a otra de la ciudad, se tomará el medio de transporte que mejor lo lleve. En la vida de fe pasa lo mismo. Hay modos de recorrer el camino.
Nadie se tomaría un colectivo que lo aleje de su destino, teniendo luego que volver para atrás. Ni un transporte que lo lleve a un sendero perpendicular al que iba, porque todo se haría mucho más largo y complicado.
Nadie tomaría un supuesto atajo sabiendo que lo va a detener y nadie se metería en un embotellamiento de poder evitarlo.
Así obra Dios con nosotros en el camino de Sus Promesas. Él nos muestra cuál es ese transporte que nos ayuda a alcanzar el Cielo y nos advierte sobre los embotellamientos, falsos atajos, y desvíos que no nos conducen a nada bueno.
Dios nos sale al encuentro con “señales de tránsito” que nos ponen de manifiesto no sólo si ese es el camino, sino también si está asfaltado o con baches, si hay un puente o podemos caernos a un río, y también si hay obreros trabajando.
Dios sabe de nuestra historia, nos acompaña en el camino, y también obra para que la senda esté mejor.
Él es el Camino por el cual no nos perdemos y es el Obrero que sana los baches de nuestra historia, las heridas que nos quedaron.
Hoy nos invito a preguntarle a Dios qué atajos tomamos en este último tiempo. Tal vez creímos que el camino más corto era el más eficaz, pero pudimos equivocarnos. Quizás Dios nos tenía preparado un trabajo, pero por temor a no tener ingresos, decidimos aceptar el primero que nos ofertaron. ¿Qué ejemplos podemos encontrar en nuestro día a día?
También pudimos habernos alejado, tomado una ruta demasiado larga y llena de vueltas. Como la mujer que busca un buen marido, pero sigue intentando acercarse a hombres que no tienen la madurez necesaria. Seguir buscando con la misma sintonía que lo hacíamos de adolescentes, nos aleja de una vida adulta. ¿Qué ejemplos de caminos estirados o enredados, encontramos en nuestros días?
¿Qué baches no sorteamos? La infidelidad, la coima, el maltrato a otros, la desconfianza, los celos, las inseguridades. ¿Y embotellamientos? Ser parte de una masa que actúa sin un pensamiento personal, ser parte de una sociedad que dice que “si” por inercia, ser parte de un grupo de amigos que no nos permite dar pasos de crecimiento.
¿Qué ejemplos encontramos en nosotros?
Hoy podemos escuchar a Dios y preguntarle qué transporte es el que nos lleva a buen puerto, cuál es el camino más seguro, y qué atajos, baches y embotellamientos debemos evitar.
Demos gracias a Dios que nos cuida, nos acompaña, y nos ayuda a levantarnos cuando hemos errado el camino.
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