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La "locura" vocacional


La mayoría de las veces la gente piensa que estoy loco o que soy un soñador. Me encanta que piensen eso. ¿No es acaso lo que le decían a Walt Disney o de San Francisco de Asís antes de lograr todo lo que lograron? Y aunque no estoy a la altura de ellos, nadie me quita poder proyectarme. Al final de mis días podré decir "lo logré" o "no lo logré", pero nunca dejé de intentarlo. Sería triste llegar a ese momento pensando "nunca me animé". En todo caso, algo ya está dando fruto...


Desde pequeño soñaba con ser escritor. Era algo que me apasionaba, que me salía naturalmente y reflejaba otras pasiones: mi amor por la naturaleza, por la historia, por la fe y tantas cosas más.

También expresaba estas inquietudes con mis juguetes. Armaba maquetas, narraba aventuras que iban de generación en generación. Transcribía mis juegos como cuentos y añadía dibujos, porque escribir y dibujar siempre estuvieron de la mano. Esta vocación vio su primer fruto a mis 10 años, cuando concursé y logré que publicaran el cuento "La tierra desconocida".


Durante mi infancia tuve la oportunidad de Viajar cada verano e invierno a Uruguay para ver a mis parientes. Íbamos a la playa y a veces a las sierras. Ese fue otro modo de encender pasiones. Escribía junto a mi abuelo que también se desarrollaba en el medio. En Montevideo tenía la oportunidad de ver animaciones, ya que en casa no había TV por cable. También pasaba horas disfrutando los documentales de National Geographic o leyendo los libros de ciencias que habían pertenecido a mi tío.


Una vez en Marindia, el pequeño balneario de la Costa de Oro, no tenía ni cable ni televisor. Eso era una bendición porque me daba la oportunidad de observar la vida animal en vivo, de palpar el mundo cara a cara. Pasaba las horas observando, tomando notas, soñando hacer documentales como los que veía. A la vez, seguía creando personajes e historias. Así nacieron Jack Round, el explorador; James Husky, el detective; y tantos otros. Mi abuelo me alentaba y animaba a mis papás a que lo hicieran.


A mis vivencias en Uruguay le debo la mayoría de mis inspiraciones.


También me interesaba la familia, la genealogía, la antropología, y mis cuadernos se llenaban con narraciones sobre tiempo atrás pero mi niñez no pasó sólo por el juego y la investigación.


Mi familia me dio conocer a Dios y ese fue el pilar para el resto de las cosas. La fe "heredada" pasó a ser una fe elegida cuando profundicé mi vínculo con Dios. Descubrí que aquello que me apasionaba en lo hondo estaba enraizado en los dones que Él me había dado y que había una Promesa Suya que me permitiría alcanzar esos sueños tan suyos como míos. Pero ¿Cómo podía madurar esos sueños que Dios había sembrado en mi corazón siendo a penas un niño? ¿Cómo lograr que los juegos de la infancia fueran semilla para la vida adulta?


Lo único que sabía era que cuando Dios nos elige no se cansa de llamar hasta convencernos que lo nuestro no es locura sino vocación.

Así pasé mi adolescencia entre poesías y cuentos. Armé mi primer periódico barrial a los 15 años y no por nada se llamó "De todo un poco". A los 16 representé al colegio en un concurso de APOA. Y para los 17 había logrado convencer, al fin, a los directivos de armar el periódico escolar "El Mirador".


Al recibirme seguí la carrera cinematográfica, hice radio, teatro, organicé eventos artísticos junto a hermanos del Movimiento de la Palabra de Dios. Y con alguno de ellos armamos una pequeña productora "Arroyito" que tuvo un corto premiado, dos spots, una serie entre amigos y muchos sueños que al final no llegaron a concretarse.


Pero Dios siguió llamando y a los 26 años armé mi propio sello editorial en el que llevo publicados diez libros propios y varios ajenos. Esta historia continuará en otro testimonio, pero ahora es tu turno


¿A qué te sentís llamado por Dios? ¡Dejalo en los comentarios! ¡Rezamos por vos!









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