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Caminar libremente



La última vez hablábamos del Camino que nos lleva a las Promesas de Dios, a la felicidad. Hablábamos de esas veces que tomamos senderos más cortos o más largos, y muchas veces no lo hacemos a conciencia. Más bien son decisiones que están ligadas a las heridas de nuestra historia.

Así, muchas veces terminamos siendo esclavos de nuestras heridas. Como la mujer que fue golpeada de niña y de grande se junta con un golpeador, a quien dice amar y del cual no se puede separar. Ella elige desde sus heridas y se vuelve esclava sin saberlo.

Por eso Dios nos quiere liberar de nuestros egiptos. Pero a medida que recorremos el desierto, como hicieron Moisés y el Pueblo, pode-mos encontrar nuevas esclavitudes.

Egipto tenía a los israelitas cautivos en un sentido muy claro y visible, nadie podía dudar de ello. Pero hay faltas de libertad que no son tan visibles, aunque surten en nosotros el mismo efecto.

Ellos veían la esclavitud, pero tampoco parecían darse cuenta y otras veces no querían verlo. Podemos preguntarnos qué esclavitudes no podemos ver o no nos animamos a ver. Como la mujer que se junta con el golpeador y no puede dejarlo.

A veces no nos sale de otra manera, a veces nos quedamos pegados a nuestras heridas o a las etiquetas que nos pusieron: “vos sos así, no podés cambiar, nunca vas a cambiar”.

Otras veces, hicimos toda una revuelta tomando una decisión equivo-cada y no la cambiamos por orgullo o por miedo a lo que vayan a decir de nosotros.

A veces sucede que la gente dice “de qué te la das si vos sos así o asá”. Y eso nos paraliza, nos detiene, cuando en realidad tenemos que animarnos a pelear por lo que somos, dejando de lado las etiquetas que nos pusieron los demás.

Las esclavitudes de los Israelitas en el desierto son los ídolos. Dios los había sacado de Egipto, pero ellos deciden fabricarse ídolos de oro u otros materiales, y comienzan a adorar a esos falsos dioses.

Hasta llegan a decir que esas obras de sus manos eran quienes los habían sacado de la esclavitud.

Nosotros también podemos llegar a tener ídolos y asegurar que son motivo de nuestra libertad, aunque en realidad nos hacen permane-cer esclavos.

Hay ídolos que cada vez se promocionan más a nivel mundial, y ya se nos hicieron costumbre. Pero acostumbrarnos a lo que nos hace mal a nosotros o a los demás no quita que nos siga haciendo mal.

El consumo de drogas puede ser un ídolo. de drogas. Cuántos jóvenes dicen que son libres y por eso consumen, que no son adictos, pero en realidad la droga los consume a ellos. Cada vez se descree más que la marihuana sea perjudicial, aunque haya informes médicos o testimo-nios visuales de que es así.

El tabaco también mata, pero ya se volvió un ídolo socialmente acep-tado hace rato.

El consumo de información sin poder filtrar lo que es verdadero y lo que no, también puede volverse una adicción. Cegarnos ante lo que los medios dicen sin investigar, argumentando conocer de un tema por el mero hecho de haber escuchado a otro hablar y repetir cada palabra.

Enseguida que se nombra a éstos, hay quienes se sienten tocados, es entonces que se propone un lema que en otros contextos es cierto, pero también se usa para justificar el hacerse mal a uno mismo o a otros. Es el lema “no me juzgués”.

Hoy nos invito a preguntarnos qué ídolos nos fabricamos en el camino de la vida. Puede que estemos atados a adicciones, puede que ten-gamos desórdenes en la vida sexual o afectiva, puede que nos crea-mos mejores que otros y seamos nuestro propio ídolo. Estas idolatrías ¿responden a heridas de nuestra historia? ¿Tienen que ver directa-mente con algo que nos pasó?

Que podamos reconocer las heridas y comenzar un proceso de sana-ción de la mano de Jesús, quien pasó su vida terrena haciendo el bien, y curando a los que lo necesitaban.

Que podamos comenzar a rechazar de a poco todo eso que se nos volvió un ídolo en el camino.

Agradezcamos a Dios que nos soñó libres y quiere revelarse cada día más a nosotros, para que alcancemos la verdadera libertad.

Pidámosle a Dios que se haga centro de nuestros corazones, para no girar alrededor de ningún ídolo, y seguir las mociones que vienen de Su Sagrado Corazón.

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