En la carta anterior decíamos que Dios nos tiene una “Tierra Prometida”. Es decir, para cada situación profunda de nuestra vida hay una promesa de plenitud. Para vos, para mí y para cada uno de nosotros. Al caminar hacia esas Promesas de Dios, muchas veces nos vemos tentados a recorrer senderos más cortos o caminos que no son los convenientes, los indicados. Podemos ejemplificarlo sencillamente: si uno tiene que ir de una punta a otra de la ciudad, se tomará el medio de trans